Sólo Dios se merece toda adoración. Moisés adoró a Dios y habló con Él en la visión de la Zarza Ardiente. Gracias a su acción redentora, podemos hoy adorarlo, hablar con Él y escucharlo en la Adoración Eucarística. Dios viene a nuestro corazón en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, donde el pan, a pesar de su apariencia, ha dejado de serlo para ser Dios mismo. Con una profunda humildad, una actitud de espera amorosa, haciendo silencio en nuestro interior y con la atención puesta sólo en Dios, podremos hablarle y sobre todo escucharle para que Él vaya manifestándose en nuestra vida, sanando nuestro corazón y llenándonos de paz.
Conduce: Carmen Rubio
Acompaña: P. Pedro Muñoz